La Crianza de los Vinos
Esta definición significa que los tintos de Crianza han tenido una presencia en madera y/o
en botella relativamente breve, por lo que su "bouquet" es limitado y conservan, al menos en
buena medida, las características de un vino joven. En su aspecto todavía se mantienen
algunos tonos azules, pero también empiezan a aparecer reflejos amarillos, por lo que su color no resulta ya tan claramente morado. Este proceso modifica la estructura química de muchos de los componentes del vino, que es lo que le confiere características tan especiales, sobre todo aptas para guardar las botellas en nuestra bodega de casa.
Los Crianzas pueden elaborarse con cualquier variedad de uva tinta pero, lógicamente, las
mejores expresiones se consiguen con aquellas variedades que evolucionan bien con el paso
del tiempo y que son las mismas que se utilizan para elaborar los Reservas.
Con mucha frecuencia, sobre todo en el caso de los tintos, los vinos son elaborados con el
objetivo de ser sometidos a procesos de crianza e incluso de envejecimiento. A través de ellos
se pretende que se produzcan en su interior, a lo largo del tiempo y en presencia o no de
alguna cantidad de oxígeno, una serie de transformaciones que lo hagan más redondo y
también más grato para los sentidos.
Estos procesos pueden tener lugar o bien en el interior de una barrica de madera (normalmente de roble americano o francés). El perfecto equilibrio entre madera y botella.
Durante su permanencia en la barrica, el vino capta los taninos y aromas de la madera, al
tiempo que las reducidas cantidades de oxígeno que penetran en el interior del recipiente
modifican de manera natural la estructura química de muchos de los componentes del vino,
haciéndolos más gratos. Es la llamada "fase oxidativa".
Por el contrario, en el interior de la botella prácticamente no penetra oxígeno y los diferentes
componentes van reaccionando entre sí en su ausencia, intercambiando con el exterior
ligerísimas cantidades de gases. Es la llamada "fase reductora".
El resultado de ambos procesos es que el vino se equilibra y se redondea, los taninos pierden
muchas de sus asperezas y desarrollan aromas propios. Es el denominado "bouquet". Por
tanto, los vinos criados en botella que han permanecido durante incluso años en ausencia del
oxígeno necesitan ser abiertos con alguna anticipación antes de su consumo, para que entren
en contacto con la atmósfera y pierda el aroma ha cerrado.
En función de los años en que cada vino permanezca en madera o en botella y de acuerdo con lo preceptuado por cada Denominación de Origen, reciben nombres descriptivos de esta
característica. Es el origen de los Crianza, los Reserva y los Gran Reserva.
ROBLE / SEMI CRIANZA: Corresponde a una categoría intermedia de vinos jóvenes, con un
pequeño periodos de tiempo en barrica.
CRIANZA: vino de 2 años. Mínimo 12 meses en barrica y el resto en botella.
RESERVA: vino de 3 años. Mínimo 12 meses en barrica y el resto en botella, 24 meses
aproximadamente.
GRAN RESERVA: vino de 5 años. 24 meses en barrica y mínimo 36 meses en botella.
¿Todos los vinos son aptos para guardar en casa?
No, pues cada uno posee, estructura y características diferentes. Los "vinos jóvenes" que son aquellos diseñados para ser bebidos desde que se ponen a la venta y por un periodo no mayor a los dos años, y que en su gran mayoría no poseen contacto con madera. En la escala (y por regla general, claro está) seguirían los "Crianza", que soportan una guarda de hasta cinco años, los "Reserva"de cinco a diez años, y luego los "Gran Reserva" que se pueden añejar por diez, quince, o más años. Ésta escala indica el periodo de crianza que se le otorgó al vino en la bodega antes de su comercialización.
Lo anterior vale (generalmente hablando, insisto) para los vinos tintos tranquilos, es decir
aquellos que no son espumantes ni fortificados o dulces. Y se puede también dar el caso que
en la etiqueta no se aclare a que segmento de la escala antes nombrada pertenece el vino,
pero se puede determinar leyendo los otros datos que brindan las contra-etiquetas, que cada
vez vienen más detallistas, donde uno no sabe si lo que se pretende es informar al consumidor o maravillarlo con palabras extrañas.
Para los vinos blancos tranquilos la regla indica un consumo dentro de los dos o tres años de
vida, salvo que tenga un paso por barricas, alta acidez y sea de alta gama, lo cual
generalmente se especifica en las etiquetas (y en el precio), y le confiere una expectativa de
vida mayor, que puede llegar a alrededor de unos 8 años. Hay casos excepcionales de vinos
blancos que soportan una guarda muy superior. Es por estos motivos, que podríamos definir al vino tinto como el vino de guarda por excelencia.
Un dato importante a considerar es saber con qué tipo o tipos de uva fue hecho el vino, ya que hay algunas cepas que por su estructura le otorgan al mismo mayor potencial de guarda, como ser Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Malbec. Esto, junto con la crianza que tuvo el vino antes de salir al mercado, son los dos primeros ítems a tener en cuenta. Luego vienen los datos técnicos, que nos van a terminar de indicar si el producto es apto para ser añejado.
Y son tres: alcohol, acidez y polifenoles (taninos). Estos son los pilares del vino tinto, su columna vertebral. A punto tal que un desbalance entre esos tres compuestos es letal para su calidad. Es por eso que en un vino producido para soportar una larga guarda y ser bebido dentro de muchos años, estos compuestos se van a encontrar en gran medida. Habrá buena graduación de alcohol porque sus uvas se cosecharon bien maduras, con mucha azúcar, para obtener la mayor cantidad de cualidades posibles y para mantener sano el vino, ya que el alcohol es un antiséptico dentro del mismo, y parte de él se evaporará durante la guarda.
Buen nivel de acidez para mantener el balance con el alcohol, para sostener al vino con esa vivacidad y frescura características, ayudar a resaltar el bouquet, y además impedir la generación de microorganismos nocivos dentro de la botella. Buen nivel de polifenoles, a causa de prolongadas maceraciones para obtener materia colorante, olfativa y gustativa, astringencia y robustez. La suma de los tres factores, junto con el tipo de uva utilizada y la crianza otorgada en bodega, dan como resultado un vino con una prometedora capacidad de añejamiento.
Sin duda degustar un vino correctamente añejado es fascinante, casi como escuchar un viejo sabio contar sus historias, pero a travez de sus colores y aromas complejos. Recuerden que estos vinos deben oxigenarse aproximadamente 30 minutos antes de disfrutarlos, tiempo en el cual notaran sus trasformaciones.